En los
últimos años del siglo XVII, y a comienzos del siglo XVIII, el santuario cambio
la cubierta de madera por otra de medio cañón con lunetos, construyéndose
también el camarín de la Virgen detrás del presbiterio. Probablemente , a esta
misma época pertenecen gran parte de los repintes que sufrió el retablo,
destacando la transformación de los símbolos del remate: Cruz de Santiago y Ave
Maria.
El retablo
debió encargarse hacia 1535, donde se colocó la antigua imagen románica, en
alabastro, de Nuestra Señora de Luciana, venerada desde antiguo en esta
comarca. Y debió ser realizado por un maestro castellano, conocedor de los
avances estilísticos conectados con las formas renacentistas y cercano a las el
santuario escuelas de Guadalajara y Cuenca (dinastía de los Gómez).
En esta influencia
destaca el sentido monumental en el tratamiento de las figuras, la aproximación
a los cánones vitruvianos, las poses elegantes, así como una tímida
idealización, claros ecos procedentes de los maestros italianos.
Sin embargo, todavía pueden observarse claros rasgos conservadores, conectados con la tradición tardiomedieval, representada por Juan de Borgoña y Pedro Berruguete, tendencia propia de las escuelas manchegas de maestros
canteros y escultores durante toda la primera mitad del siglo XVI.
Así se explican la recurrencia a los paneles de fondo, a los grutescos, a la
preferencia del oro; o las dudas en el tratamiento de la perspectiva.





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